La MetaFormosis, surfeando un viernes por bares y letras

Muchos amigos me dicen que prefieren no leer a sus profesores porque de pronto cambia la relación con ellos. Puede que el libro sea muy malo y como profesor pierda el respeto del estudiante. Y si es muy bueno, el estudiante asumirá un papel casi que de fan. Yo, por otro lado, creo que es bueno aprovechar no solo al profesor, sino también a un autor, para hacer preguntas del mundo que sigue después del aprendizaje, de los procesos editoriales, y sobre todo, del proceso creativo que tuvo con sus obras.

La MetaFormosis. 140 páginas, diez capítulos. Un libro editado por Resplandor Editorial. Mide 115 x 165 mm, un tamaño perfecto para cargarlo hasta en un bolsillo de pantalón. ¿Esto con qué objetivo? Claro, cada artículo puesto dentro de una novela debería tener importancia y razón de estar ahí, igualmente, la novela como un objeto físico también está compuesto de detalles con sentido. En este caso el tamaño de largo, ancho y extenso, está pensado para ser transportado y leído en cualquier lugar, sin dificultad, un libro al que no le podemos sacar peros: “Pero es que no me cabe en la maleta, pero es que es muy largo, pero es que de capítulo a capítulo se extiende mucho y no alcanzo”. Un libro que corre rápido como nuestra época y como las noches que narra.

Óscar Pantoja siempre se ha interesado por el público joven (sin dejar de ser contenido para todo público), interesado en engancharlos desde jóvenes con un buen producto para que se vuelvan lectores el resto de sus vidas. Por eso tantas imágenes y tanta belleza presente en sus libros, en el diseño y en el contenido.

Los cómics ilustrados de Pantoja son para no olvidar y exaltar a autores que han sido parte de su formación como escritor, también para darnos un acercamiento a las vidas de autores clásicos, para hacer más fácil la comprensión de su mundo y su narrativa, para así acercarnos nuevamente (o por primera vez) a las obras de los grandes autores. Las biografías fantásticas (digo esta palabra por la parte ficcional que pueden haber dentro de ellas y por la exaltación de lo bien construidas que están, escena por escena, tan bien pensadas y tan bien dibujadas) como: Gabo, memorias de una vida mágica (ganador del Romic de Cómic en el año 2015); Rulfo, una vida gráfica y Borges, el laberinto infinito. Entre las adaptaciones están: Tanta sangre vista y La Vorágine – novela gráfica. entre otros logros que salen un poco de su trabajo como “evocador” de clásicos, está su libro infantil Tumaco, la novela, ganadora del Premio Nacional de Novela Alejo Carpentier, El hijo y su más reciente obra: La metaFormosis.

Una intención parecida a la que tuvo cuando hizo La Vorágine, adaptar una obra clásica para no olvidarla y hacerle un homenaje, esta vez con un gran diferencial: una voz y una historia original, sin dejar de perder la intención de no olvidar.

Todas estas investigaciones que han tenido como resultado libros, han dejado en el autor Óscar Pantoja enseñanzas de vida y de procesos creativos, de maneras y mañas de cómo escribían y escriben otros, para así ir encontrando más su poética y tener ante él un mundo inmenso e inspiración ilimitada, pues con el recorrido intelectual y su entorno le ayudan a no parar de escribir. Lo más reciente que he leído de Pantoja ha estado atravesado por preocupaciones, personajes y mundos parecidos. (Esto, a mi parecer, es encontrar por fin de qué hablar con propiedad, encontrar sobre qué escribir de manera ilimitada en un mismo mundo, como en Macondo o en Comala, haber encontrado qué delimita y qué compone ese pueblo infinito). No solo es condición humana, sino también es sobre Colombia y sobre las clases sociales. Sabe identificar y transformar, eso que observa en nosotros.

Litio es un ejemplo de esta voz que pueden leer acá en la página. No les hablaré mucho sobre este relato, quisiera que ustedes mismos apreciaran los hallazgos en esta voz que ha construido Óscar Pantoja. Que también, si les gustó, pueden verla en La MetaFormosis. Pueden leer aquí el primer capítulo y quedar antojados.

“Qué tienes adentro.
¿Qué?
Que qué tienes adentro.
Adentro, ¿dónde?
Adentro, acá.
Y le señalé el pecho. Me miró raro.
Pues qué voy a tener, los pulmones, el estómago.
Le vi las tetas y me sentí como un estúpido. Entonces comprendí que el ser humano no era nada por dentro, que aquello de adentro era una mierda, una mentira. El ser humano era solo lo que proyectaba hacia afuera. Punto.”

La metaFormosis, una reescritura de La metamorfosis de Kafka. Pantoja agarró de eje central la idea de metamorfosearse en un entorno en el cual será llamativa esa nueva forma. Pero ahora dándole la vuelta a la arepa. Una cucaracha que despierta en la noche (no por la mañana siendo humano como en Kafka) como humano en una rumba y vive dos días de descontrol. Si Cacofonías tuviera una novela de Historias Ebrias, sería La metaFormosis, sin duda. Hay componentes que llaman mucho la atención, como los excesos en un contexto colombiano de los años 2000: Cocaína, personajes con bigotes, enchapados en oro, prostitutas, camionetas blindadas, políticos, calles que están inundadas de un olor a caño…

En esta cucaracha aparece el repudio hacia la propia especie (como los humanos con los humanos), odia y se asquea de las cucarachas. Al haber trascendido social y también como especie (uno pensaría), odia esa “cosa” que fue. Tal cual levantao.

Hay una escena muy a lo García Márquez donde las cucarachas vuelan por todo el espacio, lo rodean, como las mariposas amarillas que son un mal presagio en Cien años de soledad con Mauricio Babilonia, y él les huye, las mata, muestra toda su aberración. Ya que ahora es algo así como el David de Miguel Ángel (según las ilustraciones del libro) o el Brad Pitt de Hollywood (según lo que dicen las personas que lo detallan en la novela). De hecho, así lo bautizan, por su aspecto y a él le parece bien. Le parece bien todo, si así le cae bien al mundo. Como cualquiera, si hace algo y siente aceptación lo sigue haciendo y se va formando su personalidad según su primer contexto o al que más le vio provecho. Aprende que era lo “bueno” y lo “malo” de Colombia. Una cucaracha muy observadora. Se adapta y surfea. Es un oportunista. Entre más humano se comporta, más cucaracha nos puede llegar a parecer.

“Pensé en el mar. La vida me pareció que era como el jodido mar. Para estar acorde había que dejarse llevar por sus olas. Dejar que la corriente arrastrara la existencia. Era imbécil ir en contra de la corriente”

Surfear igual a oportunismo. Me veo en una ola, aprovechándola de la mejor manera, cogiéndola por el lado que es, parándome en la tabla cuando ya tengo la velocidad y estabilidad suficiente, arriesgándome a caer pero para no hacerlo tengo que estar concentrado, equilibrado y saber hacerlo, es decir, surfear requiere una habilidad. La metáfora cumple con todos esos aspectos, es decir, para el oportunismo también hay que tener cierta habilidad y no solo aprovechar dejarse llevar por la corriente que es muy distinto. No es la imagen por la imagen. Como ya dije antes, Pantoja si no hace cómic, nos pinta con palabras el mundo, pero eso sí, nos deja una sensación de haber visto y vivido una historia.

“La camioneta se volvió una gran tabla de surf y la ciudad un mar anochecido. A medida que el auto avanzaba, yo subía a la punta de la ola. Estaba más feliz que las putas con la deliciosa mezcla de whisky y cocaína. Bajé el vidrio de la ventana. El viento me golpeó y me caí de la ola. Se metió un olor como de intestinos descompuesto del aire de la ciudad”.

La cucaracha percibe el mundo con puras metáforas y símiles que además le agregan sentido a la historia, a la moral del personaje, de cómo ve a las personas y a la sociedad.

Surfear. Esa palabra me gusta mucho porque ya la usaba en la vida cotidiana, cuando le decía que sí a todo (casi todo) y terminaba en unas farras descontroladas en un lugar que ni idea, pero que, en todo caso, me iba muy bien, conocía mucha gente agradable, la pasaba la locura y muchas veces sin gastar un peso, como le pasa a Brad. Y tal vez a él le pasé al principio sin mayor esfuerzo, como surfear sin saber surfear, pero luego va entendiendo (y nosotros con él) los engranajes de la sociedad para poderse aprovechar de ella, el interés que tienen en él y usarlo a su favor, convertirlo en su propio interés.

Descubre necesidades y placeres con un cuerpo que todo lo puede conseguir sin consecuencia. Imagínense una cucaracha que resiste una bomba nuclear, pero esta resiste líneas y líneas de coca, bajadas con litros y litros de trago. Otro tipo de bomba, pero interna y en un cuerpo que, además, atrae y es admirado por cualquiera que lo ve.

“La gente salía. Las parejas abandonaban las mesas tramando quién sabe qué cosas para hacer. No había uno que no planeara en su mente alguna locura. Los bares eran un gran invento social. Ningún otro sitio en el mundo enseñaba tanto.”

Ahora mismo me encuentro en una búsqueda por libros que se puedan leer fácilmente en un día y que representen un día de la semana. Claramente pongo a Todos los domingos son el fin del mundo, de Harold Trompetero, para leerlo el domingo, pues es un libro claramente para ese día, corto y con historias domingueras: desahuciadas y desesperadas. Y este libro para un viernes.

Cuento la razón con mi anécdota: Un viernes antes de salir de fiesta me empecé a leer La metaFormosis de Óscar Pantoja, quedé tan enganchado que no paré hasta terminarlo, cuando lo terminé quedé con la sensación de haber salido de fiesta ese día, quedé satisfecho con mi viernes. Experimenté la visita a lugares nuevos, a bebidas que alteran los sentidos, a conocer personajes que no quería conocer y otros que por aparentar saludé con una sonrisa y les hice la conversación sin oírlos. Hice lo que la cucaracha hizo, sintiéndose rey del mundo, sin miedo a la muerte, sin extrañar nada, sin acordarse de nadie, viviendo un viernes como muchos lo idealizan pero no siempre se logra, un viernes que no siempre se consigue pero que Óscar Pantoja construyó para que todos lo podamos conseguir leyéndolo.


Si quieren saber más, conseguir esta gran obra, lo pueden adquirir en Panamericana de todo el país, la librería Santo y Seña y El Fondo de Cultura Económica; o yendo a una charla de las que hace Pantoja en bares y lugares cultures (otra prueba más de su acercamiento a públicos más jóvenes, los nuevos lectores).

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