JENNIFER GARCÍA: Nació en Medellín, en 1995. Sus poemas han sido publicados en diferentes revistas y periódicos de su país y del exterior. Es Premio Nacional de Poesía José Santos Soto (Tarso 2019).

Ha participado en festivales internacionales de cine y literatura, entre ellos el Festival Internacional de Poesía de Medellín, que organiza y convoca la revista Prometeo. Es tallerista y fundadora del Festival de Poesía de Fredonia (Colombia).

Ha publicado Estaciones de lo invisible (Sakura ediciones, 2019)

Aquí les dejamos cuatro poemas de esta gran autora que ve con poesía lo que los ojos no alcanzan:

SOBRE LAS JAULAS

Allí donde el animal atiende la urgencia de huir, donde la luz desaparece y el grito se hace carne en un lenguaje incomprensible, ningún Dios habla. Todos saben de esas prisiones detenidas en el tiempo, con sus voces huérfanas y sus formas laberínticas. Pasan de largo como por un puerto destruido, tocan sus barrotes como si tocaran los utensilios cotidianos, y en el rostro del tigre cansado advierten una ruina que no es la suya. La permanencia del animal en la jaula semeja la caída del hombre hacia un mundo que lo desconoce, el cuerpo que se precipita, ciego, resistente a los hilos que cortan los dedos. Cada descenso trae consigo una sentencia de huesos y ceniza trazada sobre la frente, una pulsación del índice sobre la región oscura, un ojo que despierta cuando todo se ha ido. Tarde reconocemos que en la boca del tigre también se revela nuestra herida abierta.

FORMAS DE LA LUZ

Detrás del portón, la luz aparece cruzando cada cosa sin derribarla. No es una luz corriente, es la luz a primera hora, lo mismo que decir, el comienzo de la vida para algún hombre. Damos vueltas a su alrededor, sabemos que durará poco, pero hemos sido atravesados, aguijoneados por su claridad. Las abejas, la hojarasca, la piedra, el animal remoto,  se someten a ella lo mismo que el moribundo al viaje esperado. Todas las cosas consagradas en esa única ráfaga. Vemos partirse el aire a medio día, y por brevísimos instantes reconocemos a Dios en el paisaje. Dios es el tigre que ruge mientras ve sembrarse lentamente la luz sobre la casa. 

SONIDOS 

“Alguien muere cada vez que elegimos el silencio”
María Clemencia Sánchez

Cada sonido que viene desde el fondo de la casa tiene la forma de un tigre caminando en puntas. El estremecimiento de las cucharas que caen indecisas sobre las losas, su contacto con el suelo que desencadena en la ilusión del vértigo. Aprendimos a recibir con humildad el sonido de las cosas más tristes: la llave sobre la cerradura, el rayo a mitad del día, las cajas de cartón en las que se inscribía demasiado pronto la señal de las mudanzas. Pero nunca supimos cómo retener el camino del cuchillo trazando un nombre sobre el vidrio, ni el golpe del portón tras la despedida del padre. En la cocina la madre custodia la caída, su papel es el mismo que el de un dios cavando su reino mudo en lo hondo del patio. Al igual que ella las mujeres de la casa aprendieron a rendir su homenaje al silencio, por eso nunca cerraron la puerta antes de la partida.

ESCRIBIR LO INVISIBLE

Nada se muestra más cercano que lo nombrado, cada cosa se abre lentamente bajo la aparición de una palabra que la reconoce. Quien vuelve la mirada hacia una región silenciosa entiende esta verdad. Sin embargo, es preciso escuchar el grito para saber que tras él se esconden muchos nombres y la herrumbre también toma su lugar en nuestra boca. Nombramos la sal y el pulso visible de la sangre, el laberinto abierto del mundo, las voces que reclamamos y nos reclaman. Pero solo lo invisible nos pertenece, en cada mano extendida encontramos el temblor de lo conocido, en cada pregunta arrojada al aire, un indicio de ruina. Nombrar lo invisible para reconocer el propio rostro, su correspondencia con los gestos del espíritu, su eterna precipitación al vacío y a la luz. Cuando el día comienza y la sombra del ángel deja de cubrirnos, reaparecen los signos incomprensibles del sueño, el movimiento de la serpiente en un rincón de la cabeza —nombre impuesto a nuestras cavilaciones— y en él la medida del pensamiento lanzado sin pudor sobre la inconsciencia. Extraviados en las visiones del día ignoramos que hay un lenguaje común para lo oculto, para las plantas que permanecieron debajo de la tierra, para las casas que murieron antes de ser construidas. Una intención bajo la que caen el sueño y la realidad de un solo golpe: escribir lo invisible para ver la propia nada habitando la hoja.



Y aquí la entrevista que nos concedió llena de poesía y vino

4 comentario sobre «Cuatro poemas de Jennifer García»
  1. Jennifer, me causó curiosidad conocer tu obra a partir de la promoción en preventa que esta haciendo Victor Raul Jaramilllo de su próximo libro, que tengo entendido es un recopilatorio de su obra poética y que anticipadamente ya adquirí.
    Espero leer tus escritos en el libro físico. por el momento, en lo que está publicado aquí, me parece que abordas muy bien el sentido profundo de lo cotidiano…. un saludo.

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