Boy ScoutCarlos Luis Sánchez
Carlos Luis Sánchez

No quiero ser boy scout, pero en casa mi papá se comporta como un energúmeno, grita y pelea todo el tiempo por cualquier cosa, por eso mi madre me inscribió en una tropa, la tropa juvenil cunaguaro, para que pasara tiempo lejos de casa. Nuestra primera excursión fue al sur del lago de Maracaibo. Dormimos en una carpa verde militar gigantesca.  El líder de la tropa y profesor se llama David, es un rubio de bigotes largos y piel algo bronceada de tanto caminar al aire libre, por campos y montañas. Otros integrantes de esta cuadrilla son Pepe y George, quienes además son mis compañeros de clase en el sexto grado, sección B,  del colegio Nuestra Señora del Sagrado y Perpetuo Coscorrón.

El viaje es largo y arduo, plagado de animales y bichos raros; cucarachas conchudas enormes y aves tropicales. Nos preparamos para cenar. El cielo se tiñe de magenta y  púrpura. Llega la noche,  desaparece  lentamente el verdor vegetal y se abren paso las sombras.

            Cenamos golosamente espaguetis, caraotas, sardinas y mangos. Vamos a dormir en nuestras colchonetas. Mi estómago resuena y se retuerce como es de esperarse, tomo mi linterna para vaciarlo en el bosque. En la oscuridad de mi salida piso a Pepe y le digo que ahora vuelvo. 

            Voy tan lejos como puedo, me bajo los shorts, me agacho y…  algo me muerde la pierna, no alcanzo a gritar auxilio, pues soy alado por el tobillo y arrastrado rápido hacia el lago por entre tierra, hojas, palos, grama y piedras que raspan mi cuerpo. Soy introducido en la fría agua del manglar, no veo nada, solo siento la velocidad con la que soy engullido como una mosca en la boca fría y oscura de una enorme rana. No puedo ver, no puedo respirar…

§

            Empiezo a despertar como de un sueño extraño, entreabro mis ojos y retomo el poder sobre mi cuerpo adolorido, muy lentamente. Estoy en una cueva que supongo es submarina por sus paredes de piedra, la luz verde y tenue que emana de una fogata en todo el medio. El cuerpo adolorido, como si hubiese dormido muchos días. Oigo un ruido extraño, como un idioma de gemidos incomprensibles. Frente a mí un enano monstruoso que hace sonidos raros. Grito aterrado, pido auxilio. Me observa con grandes ojos negros como fosas brillantes y babosas, todo él es una gelatina azul de la que resalta una gran boca desdentada de enorme lengua que ocupa la mitad de su cuerpo y dos pequeña manos transparentes. El monstruo me toma una pierna y me hace trastabillar y caer.

          Pateo a la criatura con mi pierna libre, lucho inútilmente contra este inmenso moco pegajoso, plastilina derretida que sube por mi pierna hacia mis muslos lamiéndolos y allí se queda, estirando sus manos hasta mi espalda, mi boca, mi garganta…

§

– ¿Dónde anda Tarsicio?

-Fue al bosque en la noche, lo sé porque me despertó al salir.

– Taaarrrr!!!

– Taaaaarrrrrr!!

            Gritos que retumban entre los árboles, el agua, el cielo. No obtienen más respuesta que un aletear y canto de  pájaros…

§

Siento un cosquillear dentro de mí, un placer. El monstruo penetra mis concavidades con su organismo viscoso, me retuerzo y gimo en el piso de la cueva, la criatura gira en mí, recibo al monstruo. Todo es azul.

§

     Marcas en el piso, rastro de tierra removida. Raíces rotas producto  del arrastrar de un cuerpo hacia el lago.

§

    El monstruo se ha esfumado, ha desapareció, estoy empapado  y agotado, chorreo los vestigios de su entrada, mi pene enhiesto llora lagrimas celestes. Me masturbo. Un fuerte chorro de semen azul empapa el techo de la cueva que se desquebraja dejando entrar cantidades enormes de agua que inclementes me bañan. Tiemblo de frío, respiro profundo, el agua llena la cueva, empiezo a flotar, queda poco espacio para respirar. Consigo una abertura. Salgo. Nado hacia arriba. Casi alcanzo la luz. Pierdo el aire, no puedo más… Me ahogo… Me hundo en la oscuridad…

§

      Ya es de día, el sol brilla con fiereza, ilumina a Tarsicio que flota boca abajo en la superficie del lago. David, Pepe y George se quitan  la ropa, saltan al agua a rescatarlo. Lo arrastran entre todos a la orilla, lo acuestan en la tierra. Le dan respiración boca a boca, su cuerpo hierve, de sus labios sale una saliva dulce y cerúlea…

Breve biografía del autor:

Carlos Luis Sánchez es un artista integral contemporáneo Venezolano. Su arte está atravesado por el sexo, los animales y los colores.

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